viernes, 19 de marzo de 2010

Solo un sueño

Muyyyy buenas...Esta noche he dormido tan mal y he tenido tantos sueños, que me he despertado a las 6:15 de la mañana. Por ello mismo me he puesto a escribir lo que he soñado. Los nombres los he cambiado por motivos de privacidad, y el final me lo he inventado, pero el principio si que es como lo he soñado.

Al salir del edificio donde Eva y yo aprendíamos uno por uno cada uno de los huesecillos, articulaciones y nervios de las manos y pies del homo sapiens, el sol asomaba ,con casi omnipresencia, una angulación que marcaba las doce del medio día. Lo que Eva y yo no esperábamos es que fuésemos a llevarnos una ingrata sorpresa desde tan temprano.
El automovil que aparecia ante nosotros, era un descapotable azul, con un gran agujero en el asiento de atrás en la capota de tela negra y con mucho polvo que casi lo volvía marrón claro, despojos de fango en los laterales y alguna que otra defecación de ave. La matrícula del coche era extranjera y al ver al conductor y al copiloto asignamos la matrícula a algún lugar de sudáfrica. Lo que nos quitó la respiración fue ver al padre de Eva, Gonzalo, en el asiento de atrás con múltiples brechas en su afeitada cabeza. Eva y yo corrimos a por él, que estaba sentado en el asiento de detrás del copiloto, y le abrimos la puerta.
En ese mismo instante vimos como el copiloto del automovil, le ponía en la mano algo envuelto en papel de plata, algo con forma de secador de pelo. Por supuesto, Gonzalo no iba a hacer uso del mismo, a no ser que tuviese mucha ropa que secar a mano...pero este no era el caso. Supongo que sabrás ya que lo que envolvía el papel de plata era una pistola.

Sin comerlo ni beberlo Gonzalo nos hizo entrar en el coche y nos presentó a Omar, que iba de copiloto, y a Jose Luis. Me extrañó conocer a un sudafricano con un nombre tan común en España, pero también era cierto que en este pais, desde hace muchos años, entran como inmigrantes y algunos tienen suerte y las mujeres que llegan con un bombo y dan a luz, consiguen papeles para sus pequeños.

Volviendo al sueño.
El coche partió dejando atrás la calle donde nos encontramos y andamos por la calle paralela al río hasta salir a un camino sin asfaltar, cerca de las montañas. Jose Luis y Gonzalo empezaron a comentar algo como si estuviesen huyendo de un tal “Chino” y que éste cási los mata. Ahora empezaba a imaginar que tipo de comerciante era el padre de Eva, que estaba aún con expresión de dolor por las brechas de su padre, como si fuesen suyas propias.
Empezamos a subir por una pendiente de arena prensada y seca, haciendo zig-zags para no llevarse por delante los rematojos. Cuando llegamos a la cima de la colina arenosa, nos encontramos ante un camino desértico. Jose Luis paró el motor del coche y nos hizo bajar casi a la fuerza, a sabiendas de que igualmente, sin hacer uso de la fuerza, me habría bajado de ese coche tan caluroso. Omar nos dió a cada uno una moneda de cobre de unos cinco centímetros de diámetro, donde aparecían inscritos varios símbolos, una inscripción en árabe y otra en latín o algún otro idioma antiguo, donde se podía leer “Rephionsa Philgainsen”.
Nos indicaron que andásemos por el camino durante unos 680 metros, hasta que viésemos una roca con uno de los símbolos de las monedas, y que girásemos a la izquierda, a cincuenta pasos de la piedra, encontraríamos el camino de regreso a seguir el camino que está escrito que siguiéramos. No nos dejaron hacer preguntas, sino que directamente Jose Luis sacó de detrás de su pantalón una pistola y nos apuntó gritando que empezásemos a andar. Y a punta de pistola Gonzalo, Eva y yo nos fuimos rumbo a la piedra nombrada.
Sin mirar atrás, a mitad de camino, nos paramos y Eva abrazó con fuerza a su padre, con lágrimas en los ojos, como si hubiesen estado meses sin verse. Le preguntamos a Gonzalo que qué era lo que ocurría, pero solo sabía que teníamos que hacer lo que los africanos decían, o morir en la huida, cosa que era inutil intentar, ya que ambos seguían en lo alto de la colina vigilando pistola en mano. Tampoco sabía a donde íbamos, solo le habían dicho que en el lugar al que iban, no iban a servir para nada la electricidad, los mecheros sin gas y que incluso tendrían que aprender a hablar de nuevo.
Cuando llegamos a la susodicha piedra nos paramos a mirar las inscripciones, y ciertamente coincidían con las de las monedas, así que echamos una mirada a lo alto de la colina, allí seguían Omar, Jose Luis y una figura más que no logramos ver, pero que sí pudimos notar como nos miraba desde lejos con unos prismáticos y asentía. Estrechaba la mano a los dos semi-secuestradores, se giraba y se marchaba.
Viendo que no podíamos girar para otro sitio para huir, giramos a la izquierda tal y como nos habían dicho, y ciertamente, no con algo de curiosidad por ver a dónde íbamos. Contamos los cincuenta pasos que nos dijeron que contásemos y no parecía haber nada allí. Así que los tres miramos hacia la colina y Gonzalo hizo un gesto del tipo “¿Y ahora qué?”. Jose Luis se llevó las manos a los bolsillos de los pantalones y los sacó, luego con el brazo casi estirado lo movió de derecha a izquierda. Entendido directamente el mensaje, sacamos las tres monedas y leímos la inscripción en voz alta: “Rephionsa Philgainsen”.
De repente el sol empezó a ir en su sentido contrario y a mucha velocidad, nuestras ropas fueron adquiriendo diferentes formas y colores mas apagados, mis lentes se volvieron sucias y las brechas de Gonzalo desaparecieron casi por arte de magia. De hecho, fueron por arte de magia.
Eva, ante el atardecer eterno se aferró a mi brazo y al de Gonzalo, viendo como el cielo cambiaba de color a un azul muy profundo, en el que casi se veían las estrellas, hasta que el sol volvió a decelerar y se puso en su cenit habitual. Nos miramos los ropajes con curiosidad, Gonzalo iba vestido como los grandes personajes de los cuadros antiguos y Eva llevaba un traje de color rojo con muchos volantes, y un peinado casi estrafalario para el gusto de algunos. No paraba de tocarse el pelo, que siempre mantenía con mucho cuidado, ya que de tenerlo tan rizado no quería que se le estropeara, pero con ese peinado debía andarse con cuidado, ya que nunca antes se lo habría hecho. Ante las galantes ropas de mi novia y de Gonzalo, yo vestía con camisa blanca de una tela muy gruesa y ruda, un chaleco marrón claro al que le faltaba uno de los dos botones previstos para dos ojales y un pantalón muy ancho que me tenía que amarrar con un cinturón casi roto.
Viendo que nuestras ropas no parecían de nuestro tiempo y que el olor que se respiraba era muy diferente al de la contaminación que sufrimos en 2010 d.C., miramos a la colina donde un minuto antes habrían estado allí Jose Luis y Omar. Corríamos en dirección a la colina, cuando escuchamos pasos de un caballo que venía de frente. Nos paramos en seco y comenzamos a andar a paso lento para no poner en alerta a quien venía de frente.
A medida que se iba acercando, nos dábamos cuenta de que no era un caballo, sino un burro. El hombre parecía un hombre de campo, como los que Cervantes narra en el Quijote. Llevaba un sombrero que le cubría la cara, hasta que sintió nuestra presencia y nos miró fijamente. Se quedó petrificado al vernos. Bajó del burro y se acercó con la cabeza agachada.
Cuando estuvo a un metro y medio más o menos delante nuestra, pudimos percibir el mal olor de las gentes que pasan meses sin lavarse.
-Buenas tardes mi Señor. Buenas tardes señorita Duquesa. Acabóse la farina en palacete y mandóme Don Alonso a recojelle. Mi Señor, permitidme que pregunte, ¿Porqué anda su fila y vos a pié, cuando habeis fornidos sementales? Gonzalo, Eva y yo nos miramos incrédulos.
-No os preocupeis.-Dijo Gonzalo improvisando.- Mi hija, mi escudero y yo, damos un paseo para mantener nuestros talles en forma. Con los sementales, se me crece la barriga.
-¡Mi Señor!¿Venís de la bruja de Alcanatif? Más su hablar es como de moros.
-Dejad de preguntad y respondedme a mí ahora. ¿En qué año estamos, campesino?
El jinete del burro nos miró a los tres como si esperase una broma por parte nuestra, pero viendo que “Su Señor” y la “Señorita Duquesa” estaban presentes, tenía que tragar saliva y contestar a lo que sus “superiores” preguntaban.
-Pasó el invierno en que echamos a los moros de Granada, que dicen erase el año mil cuatrocientos noventa y dos. Permitid mi analfabetismo, pero ha un año deso, y uno aquí no sabe contar.-Se puso de rodillas y empezó a llorar como si fuésemos a sacar una fusta y a darle.
Por supuesto, ni teníamos fusta, ni íbamos a pegarle por semejante tontería. Veníamos de un lugar muy lejano. Tanto, que podrían llamarnos brujos, por saber lo que ocurriría durante más de 600 años.


Ya sé que es muy típico las historias de viajes en el tiempo al pasado. Pero hay que indagar un poco en la historia de España, o solamente tener algo de cultura para saber que en el 1492 se terminó la Reconquista de la Península de manos de los musulmanes y otro dato importante es el descubrimiento del Nuevo Continente. Realmente los personajes de la breve historia (de Ficción, of course..)están en el año 1493, por lo que probablemente, los personajes, llegarían a ver la llegada de Cristobal Colon a Alcanatif. Alcanatif es el nombre que pusieron los árabes a el actual Puerto de Santa María (Cádiz). Que en este año de 1493 pasaría a llamarse como en la actualidad, debido a uno de los barcos de Juan de la Cosa, la Santa María.

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